Nota sobre Puerto Madero, a diez años del concurso.

Al escribir las siguientes notas se me presentó una situación ambigua entre la complicidad y la crítica a un emprendimiento de la envergadura de Madero.
Soy cómplice en el emprendimiento y en el desafío, así como también en el pensamiento ingenuo que cree que lo mejor que le puede pasar a una obra es realizarse.
En ese sentido es difícil sobreponerse al orgullo personal para poder abordar una mirada mas sincera, mas rica, y a veces crítica.
Dentro de ese sinceramiento Madero me produce un cierto encanto por las dimensiones de sus espacios públicos y las situaciones de paisaje urbano que rescata (no sin cierto aire postmoderno), pero que saben mantener el equilibrio del lugar, y que sin duda la vegetación y el equipamiento fortalecerán.
Las alturas de los edificios me resultan correctas y las primeras torres no parecen irrumpir en el paisaje de una manera descontrolada, (si bien creo se liberó la altura veinte pisos mas del limite previsto); los paseos y los parques han quedado bastante bien y la intervención en Costanera Sur ayuda en mucho en una caracterización positiva del área.
Ahora bien, paseando por las calles no puedo dejar de tener cierta sensación de desolación que, más que generada por la ausencia de gente creo se debe principalmente a la ausencia absoluta de comercios o locales a la calle que compensen la presencia de los megaedificios, manzanas enteras de una densidad tipo Barrio Norte llegan a planta baja de una manera ascética creando un paisaje mezcla de catalinas Norte con la trasera de Harrod’s, que, con el sol del mediodía, en los mejores lugares, parece un cuadro de DeChirico.
– No creo que hallamos buscado este resultado, tal vez no fuimos lo suficientemente claros o taxativos respecto del tema -. La búsqueda era generar ciudad y sobre todo recrear Buenos Aires (mas allá de pequeñas internas) ajustándola a un paisaje inédito y adaptándola a los prerrequisitos contemporáneos que condicionaban el emprendimiento.
Tengo la clara sensación de que se podrían encontrar responsables por estas faltas, pero no lo serían mas que yo. Prefiero por este medio y humildemente llamar a una reflexión, tanto de las autoridades correspondientes, como a los arquitectos y comitentes que intervengan en el proceso.
En Madero estamos haciendo Ciudad, no solo llenando con bellos (o no tanto) edificios un predio bien ubicado, y lo digo a sabiendas de que permanentemente cuestiones macroeconomicas y comerciales tienden a torcer el brazo de las partes intervinientes, pero también en este caso, es menester comprender que se esta generando el contexto donde estos edificios están implantados, y que si para comprar un paquete de arroz o mirar una vidriera en pleno centro va a haber que caminar quince cuadras, se esta generando una ciudad ingrata.
Para terminar, si bien el producto de lo construido hasta el momento me resulta agradable y hasta gratificante por momentos, creo que sería importante cuidar que Madero no se convierta en un gheto autista sino en un espacio vivo y bello ganado para la ciudad.
Al menos ese fue el espíritu de la propuesta.

Eugenio Xaus, arquitecto.